Las tendencias en los flujos migratorios al inicio del 2020 revelan los desafíos a los que las autoridades migratorias y de seguridad del continente tendrán que hacer frente el resto del año; así como la adaptación que será necesaria en relación con situaciones que se han tornado permanentes. Los casos de Colombia-Venezuela y Estados Unidos-México son representativos, el primero en cuanto a temas de eficiencia y control, el segundo por el impacto de las políticas migratorias.
En Colombia, las autoridades reportaron incrementos sustanciales en el flujo de personas provenientes de Venezuela, después de las festividades decembrinas. En tan solo tres días, los siete pasos de frontera terrestres colombianos procesaron a más de doscientas mil personas; que forman parte de los 1,6 millones de venezolanos que residen formalmente en Colombia. Este tránsito se suma a las cuarenta mil personas que diariamente cruzan la frontera para abastecerse de alimentos, y regresan a Venezuela después de unas horas o pocos días.
Mientras tanto, en la frontera sur de los Estados Unidos, solo la mitad de los migrantes que aguardan en México sus casos de asilo se presentan en la corte. Quienes no se presentan a sus audiencias –unas 28,000 personas hasta noviembre de 2019–, reciben órdenes de deportación en ausencia. En contraste, 9 de cada 10 inmigrantes a los que se les permitió permanecer en Estados Unidos fueron a todas sus audiencias judiciales. La diferencia responde al peligro y la falta de asistencia que sufren quienes deben esperar en México por el avance de sus procesos legales.
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