Los países en desarrollo tienen opciones limitadas para el mejoramiento de la infraestructura (transporte, comunicaciones, facilidades logísticas) esencial para la promoción del comercio internacional, la atracción de inversión extranjera y el desarrollo económico en general. El apoyo de bancos y organismos internacionales para este fin está muchas veces condicionado a reformas legales y compromisos de largo plazo, difíciles de gestionar a nivel político.
En este contexto, la estratégica Nueva Ruta de la Seda (o la Franja y la Ruta) de China se presenta como una alternativa para el financiamiento de proyectos en diversas naciones. A través de contratos y concesiones formales o mediante adjudicaciones discrecionales, China ha logrado posicionar iniciativas de infraestructura en varios países de África, así como desarrollos portuarios y de ferrocarriles en Argentina, México y Colombia. Sin olvidar sus intentos fallidos en Panamá, incluyendo un par que le habrían dado acceso al canal interoceánico.
Estos acercamientos son preocupantes para la comunidad internacional, dados los casos de corrupción y espionaje vinculados a proyectos de empresas chinas con apoyo oficial. La seguridad de las operaciones logísticas y las comunicaciones, son también un tema sensible para los operadores privados.
La Administración Trump manifestó su inquietud sobre este tema en varias oportunidades, en especial con Latinoamérica, pero no promovió opciones propias o de alcance multilateral para solventar las necesidades de los países. Este es uno de los mayores retos que deberán enfrentar los Estados Unidos, la Unión Europea y otros estados líderes en el ámbito de la política exterior en la década que recién inicia.
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La Prensa
https://www.prensa.com/opinion/peligros-en-la-nueva-ruta-de-la-seda-llegando-a-las-americas/